La era de los polimórficos: más allá de la bipolaridad

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Durante décadas, definir la era en la que vivimos parecía sencillo. Llegué a la mayoría de edad durante la “Guerra Fría” y luego pasé mi carrera navegando por el mundo de la “Post-Guerra Fría” dominado por el poder unipolar estadounidense. Esa claridad terminó abruptamente en la década de 2020.

La caótica retirada estadounidense de Afganistán y la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia destrozaron el marco de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría. Al mismo tiempo, China ascendió como un auténtico rival económico y militar de Estados Unidos, lo que marcó efectivamente el fin de la unipolaridad. La era necesitaba un nuevo nombre, pero ¿cuál?

Etiquetas simples como “Post-Post-Guerra Fría” parecían inadecuadas. Este momento no se trata sólo de los ecos que se desvanecen de la rivalidad bipolar entre superpotencias; presagia algo fundamentalmente nuevo e intensamente complejo. Estamos siendo testigos de la convergencia de múltiples fuerzas poderosas, que exigen una adaptación urgente de todos.

Los científicos del clima bautizaron nuestra era como “Antropoceno”, destacando el impacto de la humanidad en el planeta. Los tecnólogos señalan la “Era de la Información” o, cada vez más, la “Era de la Inteligencia Artificial”. Los estrategas evocan “el regreso de la geopolítica” o incluso una frase más visceral como “la jungla vuelve a crecer”, acuñada por el historiador Robert Kagan.

Sin embargo, estas etiquetas se quedan cortas. Ninguno resume la fusión explosiva que se produce entre la aceleración del cambio climático y los rápidos avances tecnológicos en campos como la biología, la cognición, la conectividad, la ciencia de los materiales y más. Estamos viviendo un mundo en el que esferas que antes eran distintas chocan, desdibujando fronteras que antes estaban claras. La inteligencia artificial se precipita hacia una “inteligencia artificial general polimática”, el cambio climático desemboca en “policrisis”, la geopolítica evoluciona hacia alianzas “policéntricas” y fluidas, el comercio global se fragmenta en redes “polieconómicas” dispersas y las sociedades mismas se convierten en mosaicos “polimórficos” cada vez más diversos.

Como observador de asuntos exteriores, el panorama actual exige rastrear no sólo los juegos de poder de las superpotencias tradicionales sino también la influencia de las máquinas superinteligentes, los individuos tecnológicamente empoderados que ejercen un alcance sin precedentes y las colosales corporaciones multinacionales. El surgimiento de “supertormentas” y el colapso de estados como Libia y Sudán añaden mayor complejidad a este nuevo mundo volátil.

Sin lugar a dudas, vivimos en un período de profunda transformación: una era que exige un nuevo vocabulario para capturar sus características únicas. Quizás “la era de los polimórficos” ofrezca un punto de partida para comprender esta realidad compleja y multifacética que continúa evolucionando a una velocidad vertiginosa.